El concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) es extraño, todavía, a la vista de
muchos. No por ello menos necesario. Para
definir tal concepto vamos a utilizar las palabras que emplea la UE, es decir,
diremos que esta es “la responsabilidad de las empresas por su impacto en la
sociedad”.
Este concepto es imprescindible para alcanzar una pesca “socialmente
responsable”, una pesca que sea capaz de maximizar el valor de las capturas de
nuestra flota y de crear el valor que la sociedad reclama (no solo valor económico en nuestro bolsillo).
Como hemos dicho en entradas anteriores, al final la venta de
pescado depende no solo de terceros sino también de nuestra capacidad para
vender lo que muchos consideran “el mejor producto del mundo”.
Nuestra imagen no debe ser una fachada,
nuestra imagen debe ser el fruto de nuestra responsabilidad y esta
responsabilidad es la que se debe exigir el sector pesquero, independientemente
de que exista una PPC que traiciona, ley a ley, los principios de la pesca artesanal.
Nuestra responsabilidad tiene efecto directo sobre
proveedores, clientes, gobiernos, ONGs, medios de comunicación, gobiernos,
nuestros vecinos, incluso la Universidad y este efecto, si es responsable y
sostenible, se traduce en beneficio económico pero también social y ambiental.
Para ello tenemos que tener en cuenta tres factores. Del
primero ya hemos hablado, la pesca es mucho más que barcos y pescadores, mucho
más que artes y capturas, la pesca es un mundo, quizás complejo pero a la par
único y saludable. Recuperar la dignidad del sector depende de grandes acuerdos
donde el pescador sea igual de protagonista que el político, el docente o el biólogo.
El segundo factor es el gran beneficiado del primero, el mar. Del
mar proviene el dinero del pescador, no nos engañemos, y es por ello que debemos cuidarlo con una pesca
artesanal y responsable. Su riqueza es sinónimo de vitalidad y futuro para el
sector pesquero pero también para el futuro de una Tierra que gota a gota se muere. Concienciar a la sociedad de sus ventajas no tiene que nacer
en ningún gobierno, pues nadie conoce mejor el mar que el propio pescador.
Con un mar sano será mucho más fácil garantizar la existencia
de nuestra flota aunque esto no acaba aquí. La comercialización directa,
un sistema más eficiente de etiquetado y una nueva gestión de la cadena de
valor del pescado deben liderar el cambio económico de la pesca. Buscar
ingresos alternativos y nuevas vías de llegar al consumidor del mar, ya sea el
turismo u otras alternativas, también deben ser las riendas para mantener vivas las
comunidades de pescadores.
Estos tres puntos serán desarrollados en futuras entradas, con el objetivo final de poder conocer las herramientas que nos ofrece el presente, para garantizar una pesca responsable y sostenible.